Versátil, meticuloso, inquieto, Brian Centurión apuesta a continuar desarrollándose y superándose continuamente, tanto en lo profesional como lo personal, teniendo como norte lograr consolidar una identidad como artista del tatuaje.
Sus inicios
Su camino no fue particularmente sencillo. Quizás por eso le entusiasma asumir nuevos desafíos.
Desde muy chico comenzó a dibujar y, al llegar al secundario, siguiendo el camino de sus pasiones, optó por un colegio de comunicación, arte y diseño, alejado de donde vivía. Allí continuó desarrollando su veta artística dedicándose, por ejemplo, al dibujo, la pintura y la escultura.
Sin embargo, el destino decidió presentarle un fuerte desafío. “Luego murió mi viejo, dejé el colegio y tuve que arrancar a trabajar”, contó. Empezó a trabajar en el correo Andreani, en donde iniciaba su jornada a las 05.00 de la mañana hasta las 15.00 de la tarde, o a veces más, ya que no tenía un horario claro de salida.
A los 20 años, mientras seguía en esa empresa, comenzó a tatuar en un estudio, al cual definió como “una rockería en donde te podías tatuar”. Allí eran todos aprendices, nadie dirigía ni supervisaba, y Brian inició su camino en el mundo del tattoo como pudo. “No aprendí de nadie, todo lo hice como me pareció, a las cachetadas”, confesó entre risas.
Sobre sus inicios, detalló: “Tatuaba lo que venga; nombres, frases, estrellitas. Hace diez años, los primeros cinco años que uno tatuaba, había que hacer todo. Por suerte ahora, por cómo se desarrolló todo, las personas arrancan a tatuar, hacen dos o tres meses de tatuaje, y al cuarto ya definieron el estilo que quieren y se enfocan en ese. Se mejoró mucho. Antes había que calibrar máquinas, lavar punteras, una mierda”.
Desde que comenzó a tatuar nunca lo dejó. Y admite que el tatuaje significó un quiebre para él. “Fue un antes y un después en mi vida. Creo que si no hubiese empezado a tatuar, mi vida sería malísima, pésima. Tatuar me dio la libertad de poder conocerme a mi mismo como persona, y poder expresar lo que quiero, lo que siento, lo que me parece del mundo. Todas las cosas artísticas que uno haya hecho en la vida, las puede fusionar en el tatuaje”, reflexionó.
Construyendo una identidad artística
Con el paso del tiempo y la práctica, Brian fue buscando su estilo. El momento de revelación llegó al ver los trabajos de Joshua Carlton, que lo motivaron a querer hacer realismo; con ese estilo como objetivo principal, también fue experimentando y practicando otros. Hizo tatuajes con realismo a color, neotradicionales, orientales, y así fue desarrollando una gran versatilidad.
Independientemente de que ha hecho piezas diversas, selecciona cuidadosamente qué trabajos mostrar, ya que quiere consolidar un estilo y una identidad. En ese sentido, se refirió a un consejo que decidió respetar: “Uno de mis grandes amigos del tattoo, uno de los mejores tatuadores del mundo, se llama Walter Montero, me dijo que hay que seguir una línea.”
Brian se esfuerza por realizar tatuajes con diseños únicos, que sean verdaderos trabajos artísticos, que comuniquen, representen algo, y le permitan construir a él una identidad como artista. Define su estilo como surrealismo o realismo abstracto, de alto contraste. “Cuando conocí a Walter y me tatué con él, me di cuenta de que se puede hacer algo distinto, diferente, y volcar el conocimiento que uno tenga al tatuaje”, expresó.
Continuamente busca innovar y perfeccionarse. Es por eso que, desde hace mucho, comenzó a incorporar distintas técnicas y a utilizar nuevas tecnologías. “Con el Photoshop me metí en lo digital y automáticamente mejoró mi tatuaje. Después del Photoshop fue el Procreate, que se usa con el Ipad. Esas herramientas me dieron la posibilidad de hacer fotomontajes, puedo agregar dibujos, iluminar de forma muy específica”, detalló, para luego agregar: “Lo siguiente fue aprender a sacar fotos, que no sabía. Con la primera cámara reflex que me compré me di cuenta que podía sacar fotos a distintas cosas, por ejemplo cráneos reales que yo tenía, y tatuar esas fotos. Y así empecé a armarme mi propia carpeta de fotografía personal y usar fotos originales, iluminadas como yo quería.”
Brian fue consolidándose mejorando su técnica, sumando herramientas y vinculándose con algunos de sus referentes, como Walter Montero, Alejandro Fernández y Martín Aguaisol. “Tengo la suerte de ser amigo de la gente que admiro, más allá de que separo bastante lo que los quiero como amigos y lo que los admiro como profesionales”, contó.
En los últimos dos años, ha incorporado la tecnología 3D para el diseño y la elaboración de sus tatuajes. Aprendió a usar los programas desde cero, desarrollando en 3D para luego pasar a renders, y de los renders al diseño que iría finalmente en piel. Actualmente, sus tatuajes combinan el surrealismo con una onda futurista y, si bien cada persona que los ve puede generar su propia interpretación, Brian asegura que vincula su temática y su estética con la “introspección”.
Su viaje a Europa, en el cual afirma que recibió un “cachetazo de realidad”, fue otro momento que propulsó su desarrollo. “En ese momento me di cuenta de que no sabía nada. En cada viaje que uno hace se da cuenta que sabe muy poco, y ahí se dan los saltos de calidad. No solo por los tatuajes, sino también culturalmente hablando, de conocimientos en general, que luego de alguna manera se vuelcan en el tatuaje.”
Asegura que en el Viejo Continente hay mejores herramientas y equipos y que, en general, se trabaja en mejores ambientes. Sin embargo, también pone en valor a los tatuadores y las tatuadoras de Argentina.
El tattoo y el arte
Según Brian, el desafío para el tattoo a nivel nacional, está en elevar la vara en el nivel artístico. “Separo entre los tatuadores, y los tatuadores que hacen un tatuaje artístico, y para mí hay una diferencia abismal. Si el tatuaje que estás haciendo vos, la impronta que estás intentando poner, es solo algo gráfica, podés ser un excelente tatuador, pero solamente eso”, comentó, y añadió: “En Argentina hay un re nivel de tattoo. Muchos buenos tatuadores. Por eso tenemos que dar otro paso. El desafío ya no es técnico. Porque técnicamente hablando tenés bocha de chabones buenos, excelentes. El desafío es mejorar la calidad del diseño y hacer piezas artísticas.”
Con ganas de continuar explorando y creciendo, Brian concluyó la entrevista preguntándose… “Para mí el tattoo es la base de todo, siempre está. Pero hay cosas que quiero hacer, que me gustaría llevarlas a otra realidad ¿Se puede hacer con esto una escultura?¿Se puede llevar eso a una escenografía? ¿Puede el estudio de uno ser una escenografía? Yo creo que hay bocha de camino por hacer…”